Te quiero contar que la vida de un loco es difícil de vivir en un mundo tan normal, en donde todo está mal y muy pocas cosas están bien.
Es difícil crecer y vivir siguiendo rutinas durante mucho tiempo. Los rostros siguen siendo los mismos, pero las circunstancias van cambiando conforme se va creciendo. Todo se vuelve un constante recuerdo.
Se siguen recordando los amigos del inicio de la vida, los cuales muchas veces se marchan para no volver, muchos te abandonan o los abandonas y otros simplemente son abandonados por la vida sin siquiera poder salvarlos. Yo fui uno de esos y lo sabes bien, pero a lo largo de esta vida, que es sueño según Calderón, también conoces gente que se vuelve importante.
Se graba a fuego en tu piel la esencia de lo vivido, el recuerdo de lugares, tantas estupideces y borracheras sin sentido y sobre todo queda para siempre en tu recuerdo el llanto de tus seres queridos, esos recuerdos lamentablemente no te abanadonan jamás.
Los sueños y las noches bohemias en las que pensé en pura diversión olvidándome de las cosas importantes. Aprendí a tocar guitarra, a escribir mis amores y a ver el lado lindo de la vida, me enamoré varias veces y me hice adicto al chocolate.
Muchas veces fui un irresponsable de días de semana, y otras tantas solo fui un loco.
Aprendí mucho amando a mujeres mayores, el como se debe tocar con delicadeza un bello rostro, como tomar fuerzas del pelo largo de una mujer amante, y aprendí a amar y lo que es más difícil, aprendí a ser amado por lo que realmente soy. Las canciones que estuvieron en mi mente y que nunca dejaron de sonar en el balcón de mi soledad. Mi cuaderno y mi pluma que siempre fueron cómplices, de mis enojos, de mis momentos cursis cursis y de mis palabras.
Mis confidentes que están en otros lados y la confianza que tengo en los seres humanos anónimos con los cuales debatí, discutí hasta altas horas de la noche en algún bar republicano y olvidado de mi ciudad. Pienso en las huellas dejadas y en cada locura que están presentes en el recorrido de mi camino. Las flores que robé de un jardín y una banca de madera que me hace recordar, lo importante de una sonrisa.
Los momentos y los recuerdos que nunca cambiaré y que son tan importantes para mí. El primer amor, el primer beso, los primeros nervios y esa mirada sincera que aun veo entre sueños. Las ilusiones y las horas que siempre pasaron por mi lugar y el destino que me guarda una última jugada.
El dolor que también es parte del ser humano y nos hace sentir vivos. Las veces que debí llorar y mi tonto ego machista que durante los albores de mi hombría no me dio la oportunidad de sentir lo que es una lágrima rondando por mis ojos.
Nunca he sido un buen hijo y estoy lejos de ser una persona perfecta. Así soy yo, tengo cientos de defectos. No soy más que una vida, que respira y que disfruta cada instante y cada momento, como si fuera el último.
Las mañanas y los atardeceres que huelen a campo, con el sol iluminando y el silencio de muchas almas. El haber cantado con mi guitarra y con una flor en la mano, a la niña más linda del mundo fue lo mejor. Aprendiendo eso si que la niña más linda del mundo solo llega cuando tienes una hija
Aprendí a reír y divertirme, a ver la vida de una mejor manera, de una forma única.
Nunca olvidé los detalles que te volvieron interesante, incluso tu dibujo con brillitos que siempre llevo en mi corazón. Tu nombre pesa tanto que no puedo y no quiero olvidarlo.
Nunca aprendí a bailar, no creí que fuera tan importante, pero al final si lo era. Me vestí de payaso para dibujar sonrisas en tu cara, sé que no era necesario pero yo así lo creí. Al final todo valió la pena, el despertarme temprano para verte aunque fuera solo un instante, el poder regalarte un dulce y ver el brillo de tus ojos, esta es mi vida, la vida de un loco, que no sería igual si no te hubiera conocido.
Vicente Rey
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